viernes, 25 de septiembre de 2009

SERIE EL CRYSTAL CON QUE SE MIRA


Ángel, la misma luna

Si la guionista de la película La misma luna hubiera conocido a Ángel, tal vez la historia hubiera sido más intensa.
Su rostro duro se desvanece cuando recuerda. Tenía 10 años. Su padre en sus pupilas. Necesidad de amor en las venas. Dolor reflejado en el ceño. Fue por él.
Tomó el primer tren que corría al norte. Tenía 10 años. Sus padres se habían separado. Sin dirección se aventuró en su búsqueda. Ángel deseaba estar con su padre. ¿Por qué te fuiste?
Él era un trampa más. De los que pasan el día y la noche en el cielo del tren. Tenía 10 años. De los que conviven con guatemaltecos, salvadoreños, bolivianos y demás centroamericanos que atraviesan miles de kilómetros de polizontes. De esos indocumentados que huyen de sus tierras sabrá por qué.
Angelito, el niño, no pensaba en el pastel de Pedrito, de Carlitos ni de Oscarín. Pensaba en no morir en el intento. En sujetarse fuerte de los barrotes del tren carguero mientras el viento golpeaba su cabellera.
Su seguridad sobre los vagones no fue el único reto. Para un niño que ronda por las calles, el DIF se convierte en un obstáculo de libertad.
"Fue un viaje duro. Andaba en los trenes cargueros de trampa. Pedía comida en las casas. Una vez me agarraron los del DIF de Mexicali. Les eché mentiras. Que en mi casa me maltrataban. Que me golpeaban. Metí en un broncón a mi madre y a mi abuela. Lo que hice fue que me fugué de ahí. Esa fue la primera fuga".
El alcoholismo de su padre fue la causa de la separación familiar. Él se fue para un lado. Ella para otro. Ángel se quedó en medio con su abuela. Con sus hermanas.
Así. Sin dirección. Sin norte. Sin permiso de su abuela. Se fue. Dejó la colonia Hidalgo. Llegó a la frontera. El pollero lo esperaba. Su moneda de cambio en una cara traía su ingenio, en la otra su deseo de abrazar a su padre.
"Unos americanos me había regalado 20 dólares y me fui a los 10 años. En ese entonces la línea no estaba como ahora en Tijuana. Había monte. No había tanta seguridad como ahora. Agarré a un pollero ahí, le dije que allá le iba a pagar mi papá y puras mentiras, nomás para que me enseñara el camino. Y me enseñó el camino y le dije 'sabes qué, te eché mentiras', y me regresó, pero ya me sabía el caminito y me fui".
Ángel ya había probado la mariguana y cocaína en Culiacán. La usaba para escapar de los problemas familiares. De las malas experiencias. Del mundo real.
Lo que le esperaba en Estados Unidos no era el sueño americano. Era la pesadilla de los barrios bajos. De los excesos después de los excesos.


A traquetear
Ángel Francisco Angulo Peña siempre fue rebelde. Siempre. Dice que traía mucho coraje dentro.
"Vengo de una familia desintegrada. Viví tratos malos de personas que ya no están con vida. Viví experiencias que prefiero no recordar".
La caída de su cabeza y el apretón de manos para formar un solo puño de 10 dedos me contuvo. No pregunté más.
"La primera vez que consumí droga fue a los 10 años. Mariguana y cocaína. Vi a unas personas que se echaban un polvito por las narices. Dejaron la bolsita guardada en una viga de un techo detrás de la casa de mi abuela y la agarré para ver qué se sentía. Traía un enyerbadero de plebes en una fiesta y al rato me andaban correteando por la bolsita".
Ángel narró su vida por más de una hora. Sentado en su cama. Colchón inferior de litera. Espacio compartido en un centro de rehabilitación. Dormitorio refrigerado. Limpio. Austero.
En California no le fue tan bien como pensaba. Cuando llegó vivió en las calles. Durmió bajo los puentes. Sus amigos: heroinómanos, mariguanos, indigentes. Seguía en busca de su padre. Sin guía. Sin dirección. Sin luz. En la sombra.
"Dormía en las calles. Debajo de los puentes. No llevaba la dirección de mi padre. Nada. Iba a una aventura en busca de mi padre sin saber lo que iba a enfrentar. Estuve a punto de perder la vida. Me pegó la viruela loca. Estaba en un hotel. Un adicto michoacano que usaba heroína me acercó a una familia que me ayudó".
"Sé que los adictos tenemos sentimientos buenos. No somos malos. Pero a veces lo que uno vive en una corta edad, las frustraciones, mirar lo que en un momento llegaste a tener y que se desintegra de la noche a la mañana: un padre, una madre, todo bien, y uno buscando explicaciones".
Dudas que se convierten en asaltos. Corajes que se transforman en violencia. Frustraciones que se vuelven delitos.
Su primera temporada en el gabacho fue de 5 años. Cumplió sus 11, sus 12, sus 13, sus 14 y sus 15, allá. Entre la gente que nadie quiere. Entre los drogadictos que provocan miedo. Que hacen que el temeroso se cambie de acera.
"Lo que hacía era distribuir droga. Decía que a mi madre nunca le iba a faltar nada. Entonces me metí a vender droga. Empecé a distribuir mariguana. Después dejé la mariguana y me dediqué a traquetear cocaína".
"Sólo una vez mandé una carta con dinero. No sé si les llegó. No sé si correos. No les mandaba más ni tenía contacto porque no quería que supieran nada de mí. Era el resentimiento que tenía. Pero me dolía. Lloraba. Quería saber de mi mamá, de mis hermanas".
En el traqueteo le pusieron puntas en la espalda. Le dijeron que se iba a morir. Pistola en la cabeza. Amenazas mutuas. La California sin Hollywood. La indomable. La del barrio bajo.
"Traficaba con droga. Traficaba con indocumentados. Todo lo que agarraba lo usaba para drogas. Mujeres. Alcohol. Una 'mexicanota' vida chingona. Según 'chingona'. Y aquí mi familia preocupada, diciendo 'dónde estará el Ángel'".
Y el Ángel diciendo dónde estará mi padre. Se lo preguntó 5 años. No lo encontró. Regresó a México a los 15. Preguntó la dirección de su padre. Volvió a buscarlo. Lo encontró. Desde esa vez lo visitó seguido. Fue y vino a placer. La línea estaba dominada.


Pionero del foco
Cuando Ángel le pegó al foco por primera ocasión tenía 15 años. Fue en Tijuana. Fue al volver de los Estados Unidos.
Desde ese día ya han pasado 18 años. Desde ese día la sombra del foco lo persigue. Seis veces entró a un centro de rehabilitación y las seis veces se escapó. Necesitaba drogarse. Pegarse un baise de crystal, foco, cri cri, ice, hielo. Todos sinónimos de metanfetaminas. Droga sintética.
Esta es su séptima oportunidad en un centro de rehabilitación. Es la primera ocasión que no pretende escapar.
"En Tijuana, a los 15 años, fue la primera vez que consumí crystal. En Culiacán no lo conocían. Con los que me drogaba usaban pura cocaína. Me vieron y decían 'está loco éste, mira, abre un foco y prende un foco'. Me decían 'te vas a quedar loco'. Y la verdad sí me asusté, una vez tiré un bofe negro en una correteada que me pegó la migra".
"El foco es una droga muy adictiva. Ya que empiezas no paras. Sientes que te atacan. Mejor te aíslas. En el momento te sientes pa' arriba, pero con el tiempo sufres un cansancio porque es una droga que no te deja dormir. Hay raza que se mete heroína con crystal. Sientes el rechazo y luego pa' arriba, como si fuera la rueda de la fortuna. A mí nunca me dio por inyectarme la vena, nomás la consumí inhalada, goteada. Nunca me dio por inyectarme".
Lleva 23 años de adicto a las drogas. Dos terceras partes de su vida. Tiene 33. Lleva 18 años de adicto al crystal.
Desde que conoció el foco dejó todo por él: la cocaína, la piedra, la mariguana. Nada se comparaba.
Si alguien sabe de malillas por no tener crystal, es Ángel.
"Tengo amigos que se hicieron adictos a la heroína y es un pinchi sufrimiento. Y aquí viene uno a sufrir una malilla del crystal, y es la misma. Estaba en el área de sicoterapia, con el calorón y yo con una chamarrona sufriendo la malilla. Y me decía yo mismo: 'ándele jijo de su pinchi madre, pa' que aprenda'. La malilla es un dolorón de huesos, escalofríos".
"Me pasé unos dos o tres días. Pero yo ahí quería estar. Yo mismo me empecé a castigar. Ándele cabrón. Y dije: 'yo mismo me metí en el vicio, pues me aguanto'".


'Tiene un propósito para mí'
Lee un libro sobre abuso y dependencia a las drogas.
Se prepara. Quiere recuperarse totalmente y abrir su propio centro de rehabilitación. Actualmente es el responsable del servicio de guardia del lugar de internamiento. Está al pendiente de los alimentos. Revisa los dormitorios.
"Allá afuera hay mucha gente que necesita ayuda".
Su objetivo es claro: evitar tragedias como la suya. Como la de tanta gente que conoce. Adictos de un mundo que pocos se atreven a encontrar.
Comenta que si está vivo aún, después de tanta vida mala, es porque Dios tiene un propósito para él.
Mientras Ángel se esmera por recuperar su vida, su familia pasa las noches sin hablar con él. En California. Saben que está en un centro de rehabilitación pero no tienen contacto. Él no quiere forzar la relación.
Tampoco su hija sabe de él. Una niña que tuvo en Estados Unidos. Una pequeña a la que ni siquiera alcanzó a conocer.
"A mí no me importaban los demás. Si la mujer no tenía para comer. Yo quería andar bien yo. Mis tenis de marca. Mi carro del año. Y sí tengo familia. Tengo una niña pero no la conozco. La mujer se fue a su tierra. Es de Oaxaca. Se fue embarazada. La niña debe tener unos 9 ó 10 años.
"No pienso hablarle. Para qué le voy a remover. Capaz que ya le dice papá a otra persona".
Ahí están todos. La familia en California. Ángel en Culiacán. La hija en Oaxaca. Cada quien en su sitio. Cada quien en su mundo. Juntos por una misma tragedia. Juntos por la luz de una misma luna.

2 comentarios:

Pijy dijo...

waw, sería interesante buscar a su hija, no crees, a su mamá y a su papá... saludos

RabiaytiNta dijo...

Sí pijy, tú la tienes cerca :), aunque ya ves que él no quire que sepan de él porque teme hacerle daño... Me da gusto saludarte. Mucho.