jueves, 24 de septiembre de 2009
SERIE EL CRYSTAL CON QUE SE MIRA
Carmen, olvidó que tenía hija
Cuántas mujeres anhelan una hija.
Cuántas desean una niña que peinar, que vestir. No importa que raye las paredes o que olvide tender la cama.
Carmen tiene una. Ahora lo recuerda. Durante un año cambió los brazos de su pequeña por el humo que desprende el crystal cocinado en un foco. Por drogarse hasta la inconsciencia. Hasta perder el brillo en su mirada.
Dejó de llevar a su hija a la escuela, de acudir a las juntas, de revisar sus tareas, de planchar su uniforme, de darle comida, de cuidarle la gripa, de medirle la temperatura, de conocer sus sueños, sus amistades.
No lo planeó. Menos lo deseó.
La droga hizo lo que le tocaba. Provocó en ella ese efecto para el que se elaboró. La desprendió de la realidad. La llevó a una órbita donde no tenía vida. A un lugar en el que las palabras madre o hija no tienen valor. Se cambian por un moñito de crystal de 50 pesos.
"Los sentimientos los tenía muertos. No me dolía nada, ni mi madre ni mi hija. Toqué fondo. Mi hija y mi mami me decían cosas y no oía: 'báñate', me decía mi amá. No hacía caso. No me dolía nada. Estaba paralizada por la droga. Ellas lloraban y yo en mi mundo. No me dolía".
Hace 4 años, alcoholizada, probó por primera vez el foco para alivianarse; 20 días después le pegó otros "baises" para estar con su ex novio. Tres meses más tarde lo volvió a fumar. Esta vez por adicción.
Descubre el 'paraíso'
Fue un 14 de febrero cuando Carmen probó por primera vez el crystal. Hace 4 años. Ese día inició su adiós al amor y a la amistad.
Cantaba Diana Reyes en el Rodeo Country: "Nada más un detalle: tú le lavas la ropa, pero yo se la quito", cantaba la artista grupera conocida como La Socia.
Sombreros. Botas. Acordeón. Cortejo. Cerveza. Más Cerveza. 10 de la noche. Ella tenía 20 años. Su hija 4. De vicios el cigarro y el pisto. Nunca había probado drogas prohibidas. Ni siquiera mariguana.
Vistió coqueta. Pantalón de mezclilla apretado, zapatilla negra, blusa strapless sin enseñar ombligo.
A pesar de los hombres que en el baile rodean a las mujeres como zopilotes en el desierto, Carmen, junto con seis primas y amigas se aburrieron y optaron por irse al motel Paradise a seguir tomando cerveza y divertirse. Iban puras mujeres. Le habló a su ex novio para que les diera raite. Un taxista que ya le ponía al crystal.
"El motel lo pagamos yo y una prima. Nos fuimos al Paradise. En ese tiempo sí tomaba, yo pagué el motel y mis amigas la charola de cerveza. Íbamos bien pedas. La cerveza la compramos ahí en el motel. Más tarde le hablé a mi ex novio para que fuera por mí. Me dijo que sí había chance de pegarse unos baises. Le dije que sí, pero que se metiera al baño para que no lo vieran las plebes. Después yo me metí con él a pegarle unos baises porque me dijo 'con esto se te va a quitar la borrachera'. Yo estaba bien peda y sí me aliviané".
Ese fue el inicio de los días tristes. La primera vez que consumió droga. Por curiosidad, por amor, por diversión, por error, por.
El ex novio de Carmen fue a dar unos servicios de taxi y regresó por ellas hasta las 11 de la mañana del día siguiente. Las llevó a sus casas.
Pasaron tres semanas para que Carmen volviera a buscar a su ex novio. Usó el pretexto de su abuelita. Le habló para que la transportara a cobrar su pensión, ya que la señora no puede caminar por sí misma.
Tras dejar a su abuela en casa, el taxista le propuso a Carmen un segundo jalón de crystal, grillo, foco, ice, hielo, y demás sinónimos de esta metanfetamina.
"Él me dijo que si no traía malilla y le dije que no. Me preguntó que si no le quería poner al foco porque ahí traía uno bien bueno. Nos lo echamos en el fraccionamiento Floresta, cerca de donde vivo, en la colonia Los Ángeles. Sacó todos los instrumentos de su carro y nos echamos unos baises. Dije que sí, no por la droga, sino porque quería estar con él. Cerca de él. En ese entonces sí lo quería".
La tercera vez fue la vencida. Después de tres meses probó la droga de nuevo y decidió amarrarse al grillete del foco. Optó por ponerse el yugo de crystal.
"Desde esa tercera vez ya fue a diario. Le decía a mi ex novio 'llévame un 100, dos moños de 50 pesos'. Me acuerdo que esa tercera vez prendí un cigarro en mi casa, y con el humo generé droga. La recordé. No estaba ni deprimida ni triste, nomás generé droga y dije 'qué tal si me doy unos baises. Me alivianara'".
"Le pedí dinero a mi mamá, 200 pesos, le dije que iba con una prima a abonar lo de unas blusas. En realidad nos fuimos para el Campo El Diez, compramos el grillo y nos lo fumamos en la casa de su mamá. Duramos como 2 ó 3 horas. Ahí comenzó mi adicción hasta no parar. Le di diario durante un año. Me hice ingobernable. Descuidé a mi hija, a mi madre".
Pesaba 25 kilos
La plática con Carmen se dio entre cabezas de muñecas con peinados diversos. Era el salón donde dan clases de belleza. En el centro de rehabilitación para mujeres. Lugar en el que lleva 4 meses.
Cuando habla de su vida lo hace sin temor. Emocionada. Abre sus ojos. Sonríe. Se monea. Le gusta vestirse bien. Ropa entallada. Dice que ya se descuidó mucho tiempo. Drogada duraba días sin bañarse, sin cambiarse de ropa.
Carmen es una mujer adelantada. No se esperó a la mayoría de edad para tener una hija: dio a luz a los 16. Tampoco siguió los pasos normales de la droga: probó el foco antes de la mariguana o las tachas.
También es complicada en el amor. Al papá de su hija lo considera "todo un hombre" porque no se acobardó en darle el apellido a su niña. Sólo que a él no lo quiere. A sus 21 prefirió a un cholo de Barrancos que se dedicaba a drogarse. Prefirió al Juan. Dice que es muy tierno. Muy cariñoso.
"Después del taxista empecé a decirle al Juan si no sabía dónde conseguir droga, por ahí me le metí. Le dije que me consiguiera crystal. Le empecé a contar que mi ex novio el taxista andaba con muchas mujeres y yo soy muy celosa. Siempre quería llevar más amigas cuando nos íbamos a drogar. Desde ahí empecé con Juan a drogarme y a drogarme. Nos íbamos a la casa de su mamá, ahí en la Ruiz Cortines".
La adicción de Carmen es tan grande que perdió más de 20 kilos en un año. Lo único que le interesaba era consumir crystal. Llegó a pesar 25 kilos.
"Con el cristal no duermo, no como. Oigo pasos. Imagínese, llegué a pesar 25 kilos. Aquí llegué bien flaca. Llegué a durar un mes sin comer. A pura agua, refresco, cigarros, y todo el día bien prendida del foco. El Juan estaba flaco pero no tanto porque él le ponía a la mariguana, y la mariguana da hambre. Yo no, con la mariguana sentía delirios, que me querían matar. Es que la mariguana y el foco no se llevan. La mariguana es pa' bajo y el foco es pa' arriba".
Mientras estuvo viviendo con el Juan, Carmen se perdió de su casa. Fue la época en la que no supo de su hija. Fue el año en que su madre la buscaba viva o muerta. Revisaba el periódico a diario. Imaginaba que su hija podría salir cualquier día.
"Mi mamá me buscaba, dicen que salí en Canal 3".
Como Carmen y el Juan se dedicaban a drogarse no había dinero que les alcanzara. Empezaron a robar Oxxos. Ella tomaba el dinero mientras él les apuntaba con una pistola.
"El Juan les ponía la pistola a los que estaban en caja y yo agarraba el dinero y pertenencias. De ahí asaltamos a las personas que se iban a las 5 ó 6 de la mañana a agarrar camión. Eso sí, nunca disparamos".
La pareja corrió con suerte hasta que la suerte se cansó. En su gran golpe cayeron como caen los novatos, como caen las personas que no planean, que se dejan guiar por la necesidad de la droga, de una dosis más para evitar la malilla que cala hasta los huesos.
Y pareciera que el diablo les preparó la cancha. Fue a las afueras del lugar donde se drogó por primera vez, a las afueras del motel Paradise donde quisieron despojar a una persona de su vehículo, donde los detuvo la Policía de Caminos.
"Íbamos por el Paradise, miramos un carro, le hicimos la parada. Se paró porque le apuntamos con la pistola. Nos entretuvimos mucho porque no nos quería dar las llaves del carro. No se quería bajar y nos cayeron los federales de caminos. Traía un Sentra. El carro lo íbamos a agarrar para andar. Era la primera vez que lo hacíamos".
El siguiente paso de Carmen fue declarar en la Policía de Caminos, después la llevaron a la Policía Municipal y más tarde la trasladaron a la Peni. Ahí estuvo 8 meses. Ahí conoció a su nuevo esposo.
Quiere recuperarse
Duró 8 meses en la cárcel porque fue el tiempo en que el juez tardó en darle la sentencia. Eran 2 años y 100 días en prisión o el pago de 23 mil pesos de fianza.
Un hombre que la quiere, que en la peni se enamoró de ella la pagó. Prefirió verla libre lejos de él que encerrada y a unos metros. Se conocieron un domingo, cuando las mujeres pueden pasear por el patio de los hombres.
"Mi esposo me quiere mucho. Es un buen hombre. Me casé con él ahí adentro. Me habla por teléfono todos los días".
En mayo, a los días de salir de la penitenciaría, Carmen recayó. Se gastó los 10 mil pesos que le dio su marido en droga. Se los fumó en crystal.
El vicio no lo dejó en la cárcel. Cuenta que la droga ahí adentro es tres veces más cara que afuera pero se consigue con facilidad.
De nuevo fue su esposo quien le ayudó.
Desde prisión mandó por ella. La encontraron y la internaron en el centro de rehabilitación. Carmen desea recuperarse pero el vicio la jala fuerte. Quiere que su madre y su hija se sientan orgullosas de ella. Que vean que sí puede salir adelante.
En el centro de rehabilitación ya no es una más de las internas. Ahora tiene labores administrativas.
Si ella desea se puede escapar en el momento que decida. No lo hace porque su voluntad es quedarse hasta sentirse recuperada. Aún no se siente al 100 por ciento. Todavía genera la necesidad de la droga.
"Yo le pido a Dios que no me agarre la calle en mis 5 minutos de pendejismo, así le decimos aquí. Me quiero recuperar. Estas son pruebas que uno va pasando. Me quiero recuperar por mí, por mi hija y por mi madre. Le prometí a mi mamá que iba a cambiar cuando estaba en la peni".
Carmen anhela una familia con su marido. Al parecer saldrá a finales de año.
Pero hay una imagen que ronda por su cabeza y le taladra el corazón. Un miedo que le produce la malilla más cruenta. Una pesadilla a la que teme y se esfuerza porque nunca se haga realidad.
"Mi peor pesadilla es que mi hija me rechazara, o que me dijera 'mami, te acuerdas lo que nos hiciste', y que pierda el cariño y se vaya con su papá. Que ahora que quiero cambiar me diga 'mami ya no quiero estar contigo'. Desde cuando hubiera pensado eso, verdad".
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