martes, 22 de septiembre de 2009

SERIE EL CRYSTAL CON QUE SE MIRA


El Nayo, una vida de encierro

Para entender la historia de El Nayo hay que saber que ha pasado 22 de sus 33 años de vida en el encierro.
Dos terceras partes de sus noches las ha transitado entre cuatro paredes y un patio. Sometido a órdenes y obligado a una disciplina que no encaja con las decenas de tatuajes que porta en el cuerpo. No cuadra con el Barrio Seis marcado en su oreja izquierda. No va con la lágrima azul colocada a ras de párpado en memoria de su padre. No empata con su adicción a las drogas desde los 12, un año antes de pisar el Consejo Tutelar para Menores.
Si buscara en los archivos judiciales al Nayo, o al Perro, como se le conoce, no encontraría gran cosa, si reviso su nombre real, Bernardo López Cárdenas, sabría que a los 13 lo encerraron por primera vez en el Tutelar, lugar al que regresó 5 veces. Que visitó la cárcel en al menos 3 ocasiones; y fue internado 6 más en un centro de tratamiento de adicciones. Con ésta última suman 7.
"Al Nayo le gusta el desmadre", dijo uno de los internos del centro de rehabilitación que lo conoce desde hace años.
Flaco. Moreno. Rapo. Ojo oscuro. Piocha y bigote. Mirada brillante. Carismático. Todo un cholo de la colonia Amistad. Barrio Seis para toda la vida. "Esto no se quita nunca compa".
Cuando hablé con él todavía traía el avión pero sus ideas concordaban. Un par de días atrás se había drogado y aún cargaba el efecto. Platicamos el mismo día que llegó "La voladora" por él. Esa camioneta que usan en los centros de rehabilitación para ir por un futuro interno.
"La voladora" lo siguió hasta una vivienda incrustada en un cerro. Ahí se ocultó por la correcta suposición de que su madre había pedido su internamiento.
La conversación con el Nayo se dio en el cuarto donde nadie quiere estar. En el dormitorio donde llegan los recién ingresados. En el sitio donde viajan al infierno y regresan a la tierra. En la cueva donde se curan las malillas: esas reacciones que sufre el cuerpo tras ingerir drogas. Dolores que provocan fríos extremos en pleno verano, que obligan a usar chamarra en agosto a mediodía.

'Andas mal'
Para el Nayo no es problema consumir, el problema es excederse.
"Me daña el crystal porque consumo de más, es como comer mucho marisco: se intoxica uno, pues".
No fueron pocas la veces en que el Nayo se convirtió en el mejor cliente de un puchador. Hubo momentos en que tocaba la puerta de la narcotiendita. Toc toc. Compraba droga. La consumía toda en el lugar. Pedía más. No había dinero. Salía a robar. Sometía a personas. Tocaba la puerta al puchador. Toc toc. Consumía todo de nuevo. Pedía más. No había dinero. Salía a robar. Toc toc. Toc toc. Toc toc.
"Afuera estaban las patrullas buscándome y decía: 'si llega la tira que me lleve bien puesto'. La raza que me veía drogarme me decía: 'güey, tú ya andas mal'".
Por darle rienda al foco empezó a alucinar, a robar, a robar, a robar.
A oír voces, a creer que lo querían matar. Que de un lonche un trabajador podría sacar un arma y matarlo.
"A veces siento pánico aunque no me drogue".
Mientras cuenta su historia, habituado al encierro, da tragos a un gran vaso con té. Los otros internos en el cuarto de la malilla lo miran con comprensión. Afirman con la cabeza cada palabra que dice.
El té lo toma por la sed que le provoca el consumo del crystal. También le llaman foco, grillo, hielo, ice, y demás variaciones en química y nombre. Todas metanfetaminas. Todas producidas en narcolaboratorios, en la sierra, el campo pesquero, el ejido, la sindicatura, la ciudad... en donde sea. Para la droga no hay tregua.
Ocho de cada 10 nuevos ingresos a los centros de tratamiento de las adicciones en Sinaloa son provocados por esta combinación de químicos. Es una mezcla que lleva raticida, ácido de acumuladores, agroquímicos, sosa cáustica y tantas sustancias más.
El Nayo moja sus labios, muerde un pan dulce, abre los ojos y se emociona mientras narra su historia. Una cucaracha pasa por la pared como pasan los carros por la ciudad. Natural.
No trae playera. Le gusta lucir los tatuajes. Un pantalón de mezclilla cubre su otra mitad.
Él es de esos que aún creen que estar pasado de peso es algo bueno, y es que para él, los flacos son los que no comen, los que sólo viven para drogarse y se drogan para vivir. Ser flaco es desgracia.
El Perro, el Nayo, alza su cabeza, menea sus hombros y pecho cual cholo buscando pleito. Mueve su cabeza hacia adelante y hacia atrás. Casi una danza.
"A mí me gusta más la heroína que el crystal, es más buena pa' uno, pero perjudica más a la familia porque donde sea se queda uno, se arrana... ahorita lo que más está dañando es el crystal y la heroína".
Y reclama que el crystal lo están haciendo rebajado, tanto, que ni le trae chiste: lo deprime en vez de ponerlo al tiro.
"Yo me fumaba 5 ó 10 gramos de hielo en una sentada, en dos horas, me sentía bien machín, pero ahora lo hacen bien rebajado y te dan bien poquito. Eso te hace que te tiendas por más, que la gente robe para comprar un guato, para que te puedas poner".

'En prisión, buenas atenciones'
Cómo te debe tratar la vida para creer que la cárcel es un buen lugar.
Una penitenciaría donde gobiernan los delincuentes, donde se escapa el que tiene dinero suficiente para comprar funcionarios, donde se arman motines con armas de uso exclusivo del Ejército. Donde convive un ladrón de carteras, con uno de bancos, con violadores, con sicarios de los cárteles.
"Una vez robé una tortillería y me achacaron la muerte de un camionero, hasta salí en el periódico. Decían que yo era el verdadero asesino, pero no".
"Yo estaba en la judicial por el asalto a la tortillería. Lo bueno fue que los judiciales investigaron y les dijeron que no podía ser yo, porque a mí me habían agarrado un día antes del puñete y balazo que le dieron al camionero, y dijeron que no había podido ser yo porque ni modo que me saliera de la judicial para matar al camionero y me metiera de nuevo. Me querían echar 29 años. Eso fue en el 93. Por la tortillería me dieron 3 años 8 meses. También me agarró la federal porque traía una .22".
Cuando el Nayo era Nayito, cuando el Perro era Perrito, "anhelaba" una condena. Estar con los grandes. En la línea de fuego. En el campo de la muerte. La drogada y la violencia iban de la mano.
"El infierno de las drogas es el infierno de las cárceles. En ese tiempo a mí me hubiera gustado que me echaran unos 18 años y quedarme allá. Pero no así, que me echen 29 años por algo que no hice. Me hubiera gustado cometer un delito allá adentro y quedarme. Todos en la peni tenían miedo de que los mataran. Estaba la ley del tigre. Andaban con un machete, con un cuchillo. Todos cuidaban su vida. Todos se cuidaban de todos y yo andaba ahí".
"Ahora no es igual; ahora hay mafias. Hay gente que trae hasta 10 cabrones con ellos que los cuidan... cada quien tiene su cartelito. Ahora el mismo Gobierno les mete la droga, antes no. Antes la misma familia que se animaba les metía la droga: ya está más controlado".
"Ahorita estoy resignado a quedarme en la peni. Eso sí, estar tranquilo porque también se le da a uno un chingo de atenciones: agua, luz, carraca, buena comida, se preocupan por darte desayuno, comida y cena. Hay buenas atenciones. Todo depende de la conducta de la persona, del respeto que tengas a los demás".

'Uno se quiere sentir libre'
Es difícil saber el porqué de la adicción del Nayo a las drogas.
Entre las causas están su inicio en la mariguana a los 12, el barrio de pobreza y marginación en el que nació, la inducción de las malas amistades, los problemas que tenía con su familia, los antihéroes que se creó, el abandono de su "esposa" cuando el tenía 13 y ella 14, la sensación de soledad.
La barba negra y crecida, el escapulario cuyas imágenes borró el tiempo y la piel tostada dicen mucho. Sus tatuajes dicen más.
"Tengo tatuada a la Santa Muerte, a la Virgencita de Guadalupe, a Cristo, una mano con un rosario, a la Bandera de México, unos guantes de box; traigo una libra por mi signo zodiacal, una charra que era mi esposa cuando tenía 13 años, y ella 14. Fue en primero de secundaria cuando nos juntamos. Salí mal con ella y la morra se hizo adicta. Lleva como 15 años de adicta. Es la única vieja que he tenido... la neta sí me siento solo".
Este bato le hace honor a su segundo apodo: el Perro. Si lo juntaran con la palabra callejero le quedaría mejor: "elperrocallejero".
"Voy en la calle y me siento a toda madre. Voy en el camión y me siento bien: siento mi vida, mi manera de ser, agarro pa' donde quiero y me siento bien machín. Me siento a gusto conmigo mismo porque no he matado a nadie, ya no robo para irme a drogar, para eso trabajo en el torno".
El Nayo, como la mayoría de los adictos, empezó con la mariguana: no por nada dicen que es la puerta de las adicciones.
"Empecé con mota, en el río con los compas. Conocí el crystal en 1993, cuando llegó aquí a Culiacán. Aunque lo mío son los sicotrópicos; no los tomo porque me transforman, les falto al respeto a las personas. Si tengo 10 pastillas me tomo cinco ahorita y al rato las otras cinco. No me aguanto".
El vacío es interno.
"Con la droga me siento bien, si ya no puedo hacer sentir bien a mi familia, por lo menos sentirme bien yo. Tengo que encontrar una solución a mi problema porque si llego con mi familia se agüitan. Me drogo en la casa, pues.
"He pensado quedarme aquí un tiempo porque al salir vuelvo a drogarme, pero pienso una cosa y luego otra; también llega la familia y me saca, eso me ha pegado a mí en la madre".


El foco que seca
De acuerdo al Consejo Sinaloense Contra las Adicciones, la metanfetamina es una droga que, después de la heroína, es la más adictiva.
Por sus químicos: raticida, sosa cáustica, agroquímicos entre otros, produce insomnio. Pueden permanecer despiertos por días y sin probar bocado. Esto los seca como un árbol sin agua.
Los vidrios que se forman provocan llagas en el cuerpo, alucinaciones, visiones, temores, miedos, fuerza y estimulación sexual especial.

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