jueves, 9 de julio de 2009

Cambió las armas por sonrisas



Este policía dejó las balas y las pistolas por el papel y el engrudo. Decidió atrapar sonrisas, amordazar corajes y disparar emociones.
"No creían que lo iba a hacer porque era policía", menciona.
Este policía cambió las detenciones forzadas por las sonrisas espontáneas: esas que salen sin querer queriendo. Decidió liberar conciencias, encerrar miedos y ayudar a que los niños se autoprotejan. Que se cuiden de las malas influencias, de las vagos hostigadores de niñas y niños, de las drogas disfrazadas de dulces.
Cuando Jorge Zavala Cárdenas entró a la Policía Municipal de Culiacán, lo más parecido a un muñeco que imaginaba en su mano era un asaltante cogido del cabello. Un cholo o un delincuente.
Él se veía de patrulla en patrulla, de balacera en balacera, de operativo en operativo. No contaba con que la banda de los guiñoles, esos muñecos que, como dice él, traen magia en su interior, lo atraparían para sentenciarlo a cadena perpetua. Siempre en la misma celda, junto a ellos, en el mismo baúl. Apachurrados todos.
Jorge, con 38 años, no sabía que su vocación era el teatro guiñol. Creo que aún no lo sabe. En el momento en que me dijo que no quiere dejarlo nunca, no dudé en ver en él la necesidad.

Muñecos con poder
Es cuestión de ver el efecto que causa en los niños. En el desarrollo la obra, un "puchador" se le acerca a un niño para regalarle droga, entonces los infantes del público, brincan, reclaman y gritan: "¡cuidadooo, es malo, cooorre!". Se paran de sus asientos y hasta le quieren pegar al puchador. "¡No te dejes, pégaleee!", dicen exaltados.
Y fue en el lugar más rudo, en el más agresivo, en el que a veces se mata, en la Policía Municipal, donde se volvió más sensible. Fue ahí donde desarrollo su lado más humano y, tal vez, donde más beneficio ha dado a la sociedad, a las nuevas generaciones.

Esta es su historia.
Meses después de haber llegado a la corporación, Jorge fue asignado al departamento de Prevención del Delito. Su trabajo era, y lo sigue haciendo, acompañar a las empleadas de Trabajo Social a colonias para garantizarles seguridad y orden cuando solucionan problemas vecinales y faltas al Bando de Policía y Buen Gobierno.
Empezó a interesarse en los guiñoles cuando la Comisión Estatal de Derechos Humanos invitó a la corporación a formar equipos de teatro guiñol para educar a alumnos de educación básica sobre temas de derechos infantiles y autocuidado, hace 4 años.
Al principio, el curso era sólo para las muchachas de Trabajo Social, pero a él le llamaron la atención los monos de engrudo y papel periódico desde que metió su mano en uno de éstos.
Entonces todo cambió. Sintió el poder del convencimiento en sus manos. Y en verdad es el poder de la persuasión porque, según me dijo al terminar la obra, "si hubiera querido que los niños te pegaran, nomás les hubiera dicho con el muñeco que eres malo, y todos se te hubieran aventado. Esto tiene un poder increíble".
Los guiñoles era conocimiento nuevo para él. Recuerda haber presenciado sólo una vez en su vida una obra de éstas y fue la de Caperucita Roja, en la primaria.
"Los compañeros se burlan a veces de uno, que porque no tenemos experiencia, pero en buena onda", declara.
El "guiñolero aficionado", como se autodefine, solicitó entonces que le dieran la oportunidad de trabajar en esto y, ahora, es el líder del teatro guiñol infantil de la policía: escribe obras, hace tres personajes distintos, conduce la patrulla, carga y arma el teatro guiñol portátil, monta el escenario dos veces al día.
Se hace así, dos veces al día, porque ese es el número de escuelas que visitan diario, de lunes a viernes, durante todo el ciclo escolar. Para este periodo se le exigió la visita de 200 planteles. El programa forma parte del la iniciativa Escuela Segura.
La última función la realizaron el jueves anterior en el jardín de niños Jean Piaget, en la colonia Villa Universidad.
Ese día, Jorge no fue el policía rudo que somete al delincuente. Ese día Jorge brincó dentro del escenario, cambió su voz en dos ocasiones, gritó desde el público mientras sus compañeras escenificaban a otros personajes y, al final, emitió un mensaje con los niños y les aclaró sus dudas sobre sus derechos infantiles, el autocuidado. Les pidió no tenerle miedo a los policías, sino confianza.
Y le da risa a él y a sus compañeras Gisela Martínez, Gladys Núñez y Patricia Cervantes, cuando comentan que hay muchos jefes de la municipal que ni siquiera saben que ellos existen, no les interesa; y le da risa cuando recuerda que Fernando Mejía, un reconocido guiñolero de la UAS, les hizo una crítica positiva.
Y le da risa cuando dice que un grupo de Italia llamado Brujería de Papel, escribió en su sitio web a favor de ellos, mientras que en su ciudad, Culiacán, nadie les hace caso; y le da risa ver que su trabajo da risa; que un policía da risa. Y no le ve lo malo.

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