Cuando los vi, pensé que estaban fusionándose. Que una amalgama de carne se mezclaba. Al observar a los más feos, a esos personajes que no sabes si son hombres, mujeres o pambazos, me recordaron a la película Alien. Pensé que se estaban combinando. Después me di cuenta que eran un par de novios que intercambiaban caricias en el metro. Sí, de esas caricias, “tocamientos obscenos”, que intentan prohibir en Guanajuato, tierra de la ultraderecha mexicana.
En el DF, si se prohibieran, seguramente recabarían en multas más dinero de lo que reciben en remesas de los mexicanos que viven en Estados Unidos. Y es que aquí, a diferencia de Sinaloa, cualquier lugar es bueno para compartir la saliva, para arrimarle el “congelado de vainilla” (boli de vainilla) a la señorita o para darle un pellizcón de nalga. Y es en serio, cualquier lugar es bueno.
Incluso, cuentan que en ocasiones, el último vagón del metro se convierte en un centro de intercambio sexual entre individuos del mismo sexo.
Es la libertad que se respira en el Distrito Federal. Esa que sólo se logra cuando viven millones de personas. Cuando están seguros que nadie los verá ni serán acusados con los padres. Cuando se sienten incógnitas aunque no siempre lo sean.
Pobres moteleros, ¿quién los visita?
1 comentario:
JAJAJAJA Sí el entercambio de caricias se convierte en el juego de arrebatos, el más fuerte contra la doncella cuya pureza se pone a prueba en las distintas estaciones del sistema de transporte METRO. ¿Qué nos sucede como sociedad? Si en Guanajuato ya prohíben los besos apasionados, o intentaron prohibirlos, por qué no dejamos que los tíos y las tías se besen joder.
Venga, ellos quieren sentir rico, nice dirían los fresas pero cómo chingados lo harán si les limitan sus acciones. Quizá no les alcanza para pagar su motelucho pero entre las líneas del Metro, desde Pantitlan hasta Observatorio, pueden alcanzar el éxtasis en el último vagón que recorre la línea 1 del Metro.
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